Después de casi una semana de intensos combates a lo largo de su frontera en disputa, Tailandia y Camboya han acordado un alto el fuego inmediato e incondicional, mediado con la ayuda de presión internacional, incluida la intervención del presidente de los Estados Unidos, Trump, y el primer ministro de Malasia, Anwar Ibrahim. El conflicto, que estalló en una zona disputada cerca de antiguos templos, ha causado la muerte de al menos 30 personas, desplazado a más de 300,000 civiles y amenazado la estabilidad regional. A pesar del alto el fuego, ambas partes se han acusado mutuamente de violaciones, lo que plantea dudas sobre la durabilidad del acuerdo. La violencia ha tensado las relaciones diplomáticas, forzado cierres de fronteras y generado preocupación en la ASEAN y las Naciones Unidas. Los analistas advierten que el nacionalismo arraigado y las disputas territoriales no resueltas podrían reavivar hostilidades a menos que se encuentre una solución política duradera.
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